El Vaticano confirmó el fallecimiento del Papa Francisco a la edad de 88 años. El sumo pontífice arrastró por meses las consecuencias de una grave afección pulmonar, que terminó por quitarle la vida. Durante el mes de febrero, estuvo hospitalizado en el hospital Gemelli de Roma por una bronquitis bilateral, un delicado estado de salud que le dejó secuelas.
“Queridos hermanos y hermanas, con profundo pesar debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre”, comunicó el Camarlengo desde el Vaticano.
El cardenal chileno monseñor Fernando Chomali, se refirió a la pérdida de la primera autoridad de la Iglesia y sostuvo que “El Papa Francisco acaba de fallecer a los 88 años. Un hombre de Dios que mostró la belleza del Evangelio, nos habló de la infinita misericordia de Dios y nos enseñó a mirar el mundo desde los pobres. Nos dejaste una gran enseñanza. Descansa en paz, Francisco”, escribió.
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, en una familia de migrantes italianos. Antes de entrar al seminario, se graduó como técnico químico. A los 21 años, decidió seguir su vocación religiosa e ingresó en el seminario jesuita de Villa Devoto. Más tarde, en diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote.
Durante su carrera, fue profesor en varios colegios jesuitas y llegó a ser provincial de los jesuitas en Argentina durante los años de la dictadura militar (1976-1983). En 1992, fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y en 1998, arzobispo de la misma ciudad. Finalmente, el 13 de marzo de 2013, fue elegido Papa, tomando el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís.

La Entidad eclesiástica atravesaba un período de crisis y transformación. La renuncia del Papa Benedicto XVI en febrero de ese año fue un evento que remeció su institucionalidad, ya que fue el primer sumo pontífice en renunciar en casi 600 años.
Su elección representó un hecho histórico: no solo marcó la primera vez que un papa provenía de las afueras de Europa, sino que también fue el único proveniente de América Latina. En paralelo la Iglesia estaba en un contexto de escándalos de abuso sexual y corrupción que afectaron gravemente su credibilidad como institución. Además, había una creciente desconexión entre la jerarquía eclesiástica y los fieles.
Desde entonces, el Papa Francisco se le reconoció como una figura que abogaba por los derechos sociales y reconocía a las periferias, aquellos que nunca tuvieron voz dentro de la Iglesia. Así lo argumentó el teólogo, Álvaro Ramis, “su figura ha sido un gran contrapeso en el orden internacional debido a que coloca el énfasis justamente en aquellos países que no tienen voz, en darle voz a los que no tienen”.
Cuando el Papa Francisco asumió el pontificado, se encontró con un Vaticano profundamente corrompido desde el interior, según las palabras de varios cardenales que afirmaban que “el mal está adentro”. Entonces, enfrentó estos problemas de manera directa, iniciando una serie de investigaciones y reformas, reconociendo que al hablar de pobreza no solo se refiere a la falta de recursos materiales, sino también a una espiritual que afectaba a algunos sectores de la Iglesia. Por ello Francisco implementó reformas eclesiásticas significativas.
Teología de la liberación
Durante la década de 1960, una época marcada por grandes cambios sociales y políticos, Juan XXIII desempeñó un papel crucial en la Iglesia Católica. Conocido como el “Papa Bueno“, es recordado por su trabajo social y su compromiso con la justicia y la paz. Convocó el Concilio Vaticano II, que buscó modernizar la Iglesia y promover un espíritu de apertura y diálogo con el mundo contemporáneo.
Caso contrario fue el de Juan Pablo II (Karol Wojtyla), que duró 27 años en el Vaticano, uno de los períodos más largos de la historia moderna, y que mantuvo un enfoque principal en la lucha contra el comunismo. Además, fue un Papa que implementó varias reformas en la Iglesia, pero mantuvo una postura conservadora en temas como el aborto y la ordenación de mujeres.
Uno de los temas más criticados hacia el ex pontífice polaco fue su relación con la Teología de la Liberación, un movimiento que surgió en América Latina en los años 60 y 70, enfocándose en la liberación de los pobres y oprimidos mediante el análisis marxista y la acción pastoral, buscando transformar las estructuras injustas de la sociedad.
Junto con su “mano derecha” el entonces cardenal Joseph Ratzinger, expresó serias reservas sobre esta teología. En 1984, la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por Ratzinger, publicó una instrucción que señalaba graves errores en la Teología de la Liberación, especialmente en su adopción de elementos del análisis marxista, como el materialismo histórico y la lucha de clases.

Ambos argumentaron que este movimiento al adoptar elementos marxistas distorsionaba la fe cristiana y la misión de la Iglesia. Según ellos, la verdadera liberación debía comenzar con la transformación personal y espiritual, no con cambios estructurales y económicos, por lo que fue vista como una amenaza por el Vaticano.
Además, Juan Pablo II tuvo enfrentamientos notables con figuras como el cardenal chileno Raúl Silva Henríquez, quien enfrentó la dictadura cívico militar en nuestro país; el arzobispo salvadoreño Óscar Romero, asesinado por los militares de El Salvador; y el sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal. Todos ellos defendían esta teología y sus implicaciones sociales. A pesar de las críticas, Wojtyla mantuvo su posición, enfatizando en que no debían apartarse de la doctrina tradicional de la Iglesia.
Previamente, mostró un apoyo significativo tanto al Opus Dei como a los Legionarios de Cristo durante su papado. En 1982, elevó al Opus Dei a la categoría de prelatura personal, otorgándole mayor autonomía y reconocimiento dentro de la Iglesia. También apoyó a los Legionarios de Cristo y su fundador, Marcial Maciel, destacando su trabajo en la evangelización y la educación, algo controversial debido a las acusaciones de abuso sexual, que salieron a la luz años después.
Tras el deceso del pontífice polaco, su sucesor Benedicto XVI intentó transparentar los casos de pederastia y abusos al interior de la Iglesia, no obstante, recibió críticas ya que continuaron apareciendo denuncias, lo que generó la idea de que el Vaticano no estaba haciendo lo suficiente para proteger a las víctimas y prevenir futuros abusos.
Ocho años más tarde llegó a la Santa Sede el Papa Francisco, quien jugó un papel crucial en la restitución de los avances de la Teología de la Liberación, pues revitalizó el enfoque en la justicia social y la opción preferencial por los pobres, principios fundamentales de esta teología. A través de sus encíclicas y discursos, criticó las injusticias del capitalismo y llamó a la Iglesia a involucrarse activamente en la lucha contra la pobreza y la exclusión.
Durante su pontificado Francisco reconoció este movimiento como “un camino prometedor, sabiendo que el Evangelio es el primero que contiene esa opción”. De hecho, uno de los primeros gestos que tuvo tras ser elegido Papa fue invitar a Gustavo Gutiérrez, impulsor de la Teología de la Liberación, al Vaticano, oficializándose la reconciliación entre la Iglesia oficial y la teología de los pobres.
Cercanía con América Latina
Entre todas las cosas por las que Francisco fue reconocido siempre destacó su decisión de nunca olvidar sus orígenes. Con los años demostró que no necesitó de grandes lujos para dirigir a la Iglesia. A partir de aquello, la relación entre el papado y los países sudamericanos se afianzó. Así lo describió el doctor en Historia Marcial Sánchez, quien argumentó que la elección de un Papa latinoamericano “provocó que todos empiecen a darse cuenta de que en el mapa también está América Latina”. La autoridad eclesiástica viajó a varios países de la región y mantuvo un contacto cercano con la realidad del cono sur.
Desde un principio resaltó la importancia de América Latina en el contexto global de la Iglesia Católica, destacando su perspectiva única sobre la vida y la teología. A diferencia de muchos de sus predecesores, Francisco enfatizó la necesidad de no solo hablar sobre la pobreza, sino de vivir de acuerdo con esos principios.
Su estilo de vida sencillo y sus acciones concretas, como lavar los pies de los encarcelados durante la Semana Santa, reflejan su compromiso con los más desfavorecidos. Esta autenticidad y cercanía permitieron que América Latina sea vista con nuevos ojos, reconociendo su relevancia y su contribución a la Iglesia y al mundo.

Como prueba de su compromiso Francisco realizó numerosos viajes a países latinoamericanos, incluyendo Chile y Perú, para conectar directamente con las comunidades locales y abordar sus preocupaciones. Su fluidez en español y su identidad argentina reforzaron un vínculo que parecía perdido en la región, haciendo que los fieles se sientan representados y escuchados.
De este modo, demostró que ser latinoamericano no es solo una cuestión de origen, sino una forma de entender y vivir la fe, integrando la realidad social y cultural de América Latina en su papado, guiado por los principios fundamentales de la Teología de la Liberación. Aunque no se identifica directamente con esta teología, su papado reflejó muchos de sus valores.
A través de sus encíclicas y discursos, ha criticado las injusticias del capitalismo y ha llamado a la Iglesia a colocarse en el “signo del tiempo“, respondiendo a las realidades contemporáneas con acciones concretas y no solo con palabras. Según el teólogo Álvaro Ramis, desde su llegada la relación cambió notablemente, en el sentido de que “cuestionó el eurocentrismo teológico, y eso quiere decir que la Iglesia siempre se pensó desde Europa, minusvalorando la fe, las tradiciones y la comprensión del cristianismo que tenían las periferias”. Bajo esa misma línea, puso la mirada en temas latinoamericanos que nunca habían sido objeto de prioridad.
Crédito: Diario UChile